Un bien
convencional, tiene un valor material, es finito, no replicable.
Compartirlo
implica depreciarlo.
Esto quiere decir que es imposible que un bien en manos de
su dueño, si es repartido entre más personas, siga valiendo lo mismo.
Si
tengo un pan compartirlo implica que voy a comer menos pan. Si tengo un terreno,
para compartirlo reduciré mi terreno, etc.
El
hecho de que compartir implique un perjuicio por sobre quien adquirió el bien,
produjo que el dueño del bien no se viera motivado económicamente a compartir,
sino a proteger lo disponible de los demás.
Un bien
virtual presenta un panorama completamente diferente.
Tiene
un costo para ser producido, pero una vez superado esto, el costo para ser
reproducido es prácticamente nulo.
Y si es
compartido, ningún consumidor al hacerlo (gratuita o rentadamente) pierde parte
del valor de ese producto.
(Aclaración: En realidad hay una depreciación del bien, pero es la
misma para el que lo comparte que para el que no la hace, por eso no la estoy
considerando en este apartado)
En
otras palabras, la realidad de los bienes virtuales no obliga a establecer una
cadena productiva convencional. A priori, los productores y vendedores de
recursos no tienen el control del fin del producto.
Hace ya
varios años que buscando salvaguardarse, las grandes compañías (musicales,
cinematográficas, de software, etc.) buscan nuevos formatos para poder
restringir la posibilidad de consumir la nueva clase de bienes.
La
verdad es que partieron con desventaja temporal, no previeron lo que se venía.
Pero se están acercando.
Tecnológicamente
considero que es cuestión de tiempo para que se pueda restringir este
“pseudo-mercado virtual”. Sin embargo, estos años de “anarquía” abrieron la
mente de mucha gente a pensar alternativas, y ese es el verdadero impedimento
que se encuentran para hacerlo.
Como
consumidores no miramos con los mismos ojos un bien virtual de un bien
material.
Y como
desarrolladores tampoco.
Richard
Stallman, programador precursor del software libre es un ejemplo de ello:
La noción de propiedad y sus clasificaciones se vienen reformulando desde el principio de nuestra cultura, ¿Se acerca el momento de una nueva concepción? ¿Qué pacto estamos dispuestos a hacer al respecto?