viernes, 17 de abril de 2015

Ineficiencia. En lo estatal y lo privado.

Primero por eficiencia se puede entender como la relación entre lo que una entidad brinda en relación a lo que consume para lograrlo.

Ejemplos: Eficiencia de...
Un goleador. La cantidad de goles que mete respecto de las situaciones de gol que tiene.
Un motor de auto. La cantidad de kilómetros que puede recorrer respecto a la nafta que consume.
Una organización. La cantidad de servicios que brinda en relación a los ingresos que tiene o lo que cobra.

¿Que eficiencia puede tener una empresa con trabajadores como Homero?

En nuestro país, según la época que se trate, se ha tendido a pasar sus servicios de lo público a lo privado y viceversa, en muchos casos argumentando cuestiones de eficiencia.

En un normal funcionamiento económico (no es nuestro caso), una institución privada es más eficiente que una pública. Aunque la gente que ingrese a trabajar tenga la misma capacidad, hay una regla de oro en lo que respecta a recursos humanos y es que, “no se puede tener una alta eficiencia del personal si la retribución a los empleados es la misma, independiente de lo que produzcan”.

Esto pasa con los empleados y funcionarios públicos. El sistema, en promedio, tiende a la ineficiencia, pues termina dependiendo de la buena voluntad del personal más que de otra cosa. Los despidos también son mucho más bajos, de modo que tanto los empleados eficientes como los ineficientes permanecen en la institución.

En una empresa privada pueden trazarse objetivos y haber recompensas por ellos. Además, la posibilidad de un despido es real, se tiene mayor cuidado de hacer mala letra.


Ahora bien, con este argumento pareciera ser que conviene privatizar para mejorar la eficiencia. Pues no, volvamos a la regla de oro, en general, “no se puede tener alta eficiencia si la retribución es la misma independiente de lo que se produzca”.  Vale para las personas, pero también para las empresas.
Si existen oligopolios y consumidores cautivos, las empresas no tienen una retribución por aumentar su eficiencia, entonces, no lo hacen. Y a veces peor aún, si la retribución es fija o surge de acuerdos comerciales y no hay restricción alguna, tenderán a disminuir los gastos (desinversión), para optimizar su ganancia.

En algunos casos hay multas por esto, pero tienen varios inconvenientes como:
1-      Muchas veces es más rentable pagar la multa que invertir.
2-       Los casos pequeños, pero que son muchos, no representan multas significativas.
3-       La velocidad de ejecución puede ser muy lenta.

Si la empresa fuera estatal, como el objetivo principal no es la ganancia sino brindar un determinado servicio a la comunidad, tenderá a aumentar su gasto para poder brindar el servicio, pero esto empeorará aún más la eficiencia. Y es preocupante que se gasten recursos en exceso cuando con ellos podrían atenderse a otras necesidades del país.


El panorama es:
Tener servicios estatales que salen demasiado caros para el país (ineficientes)
Tener servicios privados que son malos o son caros (ineficientes)
A esto no le veo diferencia alguna.

Soluciones posibles:

1-     Sólo Privatizar
Sería la solución si y sólo si no existieran monopolios. En otras palabras, en un mundo ideal serviría, pero en la situación de nuestro país, no.

2-  Estatizar pero incorporar normas de eficiencia similares a las que existen en las instituciones privadas y asegurarse que se cumplan
Esto es posible, pero suele tener a sectores sindicalistas que se opondrán y dificultades por corrupción en la tarea de control. Este es el riesgo que se corre al estatizar, se hace lo primero pero como lo segundo implica complicaciones varias, no se lleva a la práctica.

3-     Privatizar, pero con control estatal
El control debe contemplar que si es demasiado severo ninguna empresa querrá invertir y si es demasiado liviano, no surtirá efecto. Las reglas deben estar definidas de antemano, sin variaciones por cuestiones políticas, para que la empresa quiera y pueda establecer una ecuación económica que le sea realizable, de este modo aceptará los términos. De parte del Estado con una comisión de expertos que trace objetivos y herramientas virtuales de control ciudadano activo del servicio.


Queda claro que el debate privatizar o estatizar no es el más relevante. Ya han funcionado mal las dos formas. Pero los políticos se siguen empecinando en debatir sólo eso.
Se le puede atribuir ésto a casi toda la clase política, este extracto minúsculo que descubrí ayer, ejemplifica mucho.



Atribuirle, per se la solución a una de estas alternativas es faltar a la inteligencia de la población argentina, que ya ha vivido experiencias de las más duras.

Lo importante es, ¿Cómo hacerlo?
¿Cómo instrumentar y asegurar el cumplimiento de normas por parte de una organización, mediando para lograr un funcionamiento armonioso, de utilidad para todas las partes?
Esto no es una utopía, es realizable, pero implica un trabajo muchísimo mayor que el que la política viene realizando.


En el corto plazo implica confrontaciones de poder que hasta el momento ningún gobierno ha estado dispuesto a afrontar. Tal vez esta sea las razón por las que se demora tanto en poner en práctica las medidas necesarias para terminar de una vez por todas, con este problema crónico que recae una y otra vez sobre nuestro país…